
Me quedé sentadita bajo el sol, esperando a que alguien llegara… y en eso me desmayé. Así recordó Erika, la joven migrante guatemalteca de 24 años, que cruzó sola la frontera de Arizona con 35 semanas de embarazo.
Había caminado durante dos días por el desierto, sin agua ni ayuda, bajo temperaturas extremas. Horas después, desperté aún tirada en el suelo.
Traté de caminar otro poquito, hasta que vi que llegaba una patrulla… y fue cuando me levanté y les pedí ayuda, relató Erika en un reportaje de Univision Arizona.
Los agentes la trasladaron a una estación de la Patrulla Fronteriza y, al notar que ya no podía mantenerse en pie, la llevaron al Tucson Medical Center. Me empezaba a doler, ya no me podía parar, me dolía mucho, contó Erika.
En el hospital le informaron que estaba deshidratada, que había perdido líquido amniótico, y que el parto debía ser inducido.
Me dijeron que posiblemente por caminar tanto, se me rompió la fuente y que si no provocaban el parto, mi bebé podía morir, explicó.
Su bebé nació la noche del miércoles 30 de abril. Tras dar a luz Erika fue puesta bajo custodia federal.
Según su abogado, Luis Campos, cuando intentó verla en el hospital, no se le permitió el acceso ni por teléfono, como explicó también a Univision.
Erika tampoco pudo tener contacto inmediato con su hija recién nacida. Tras salir del hospital, ambas fueron trasladadas a un centro de detención.
Me dieron un colchón, unas mantitas para mí y para mi bebé… la verdad no dormí, porque sí había un poco de frío, relató en una segunda entrevista publicada en el canal de Univision Arizona en YouTube.
Según explicó Campos, le comunicaron que sería deportada rápidamente y que debía decidir si regresaba sola o acompañada de su hija, ciudadana estadounidense por nacimiento.
El caso se volvió viral en redes y desató protestas frente al hospital en Tucson. Activistas y miembros de la comunidad exigieron que se detuviera su deportación.
En declaraciones a EFE, la manifestante Lenzy Hernández calificó el intento de expulsión como una abominación. Es un crimen a la humanidad, afirmó.
La presión pública, la atención mediática y la intervención de la gobernadora de Arizona, Katie Hobbs, cambiaron el rumbo del caso.
Erika y su bebé fueron liberadas el fin de semana y enviadas a una organización sin fines de lucro en Phoenix, donde podrán permanecer mientras avanza su proceso.
Erika recibió una orden de comparecencia ante un juez de inmigración, que le permitirá presentar una solicitud de asilo.
Su abogado explicó que no tiene antecedentes penales ni deportaciones previas, y que su familia la contactó desde Guatemala buscando ayuda legal.
Según contó en los videos difundidos por Univision, Erika había salido de su país huyendo de una amenaza grave. Ahora, su situación está en manos del sistema judicial migratorio.
La historia de Érika se suma a la vivida por otras migrantes que han enfrentado procesos de deportación. Uno de los casos más