
Vietnam del Sur (finales de 1964).- La noche en la selva llega presurosa y salvaje. La tropa guerrillera lleva varias horas de camino en busca del hospital de campaña; a Marta Rojas le pesa hasta la agenda de notas. Un resplandor en la lejanía le aviva la inquietud. “No es luz de candil”, dice, y acelera el paso…
Décadas de por medio, la avezada colega, Premio Nacional de Periodismo José Martí —fallecida en octubre de 2021— no excluyó ningún detalle, cuando este reportero fue a su encuentro en La Habana: “Al entrar al hospital, tuve una impresión terrible: lo que había visto eran personas quemadas por fósforo vivo. Esa mañana los aviones norteamericanos lo habían bombardeado; la combustión de la carne les daba como una luminosidad a los cuerpos que lograron sobrevivir. Imagínate el resplandor blanquecino, medio rojizo del carbón vegetal cuando empieza a hacerse en el horno; esa fue la imagen que se me grabó de aquella monstruosidad”.
La anécdota no quedó presa de la jungla, salta a la memoria, emerge del diálogo con esta Heroína del Trabajo de la República de Cuba, quien viajó en 13 oportunidades a Vietnam del Sur entre 1964 y 1975, y junto a Raúl Valdés Vivó se convirtieron en los primeros periodistas latinoamericanos en arribar a las zonas liberadas de la selva subvietnamita.
¿Qué antecedentes tuvo ese viaje?
“En 1963, cuando se funda el Comité de Solidaridad con Vietnam, Melba Hernández, que era su presidenta, me llama para que colaborara en la parte de la divulgación. Elaboramos varios reportajes; pero le insistí en que para concebir un trabajo más vigoroso, quería ir a reportar las incidencias de la lucha como corresponsal de guerra. Ella empezó a hacer las gestiones y yo seguí trabajando en el periódico Revolución”.
El golpe de la selva
Llueve, llueve torrencialmente. Marta, Raúl y los nuevos conocidos buscan la ruta de los guerrilleros. De imprevisto, unas siluetas les cortan el paso. “¡Ahí están!”, exclama la reportera. El más alto la toma por el brazo. Todos se hunden más en la jungla. Pantanos, troncos, ríos… Unos resbalan, otros caen; pero ríen, charlan, tararean quedo. Serpientes por doquier.
¿Y por qué sandalias?
“Porque, como llovía tanto, las botas y los tenis guardaban mucha humedad durante horas, y eso era perjudicial para la salud; además, los pies se podían llenar de hongos, de eccemas”.
De crímenes, miedos…
El estigma de la guerra, de la barbarie apareció pronto. Cada vivencia sobrecogía. Cierto día, cuando Marta y Valdés Vivó fueron a colocar un sello del Comité Cubano de Solidaridad en el pecho de una combatiente, ella se negó a que se lo hicieran. Lo agarró entre sus manos y se lo puso en la bl