
Al Encargado de Negocios de los Estados Unidos en Cuba se le ha asignado una tarea que no está alineada con la investidura oficial que ostenta. Su larga experiencia en el oficio diplomático le permite comprender que lo que se le exige para su desempeño es una empresa detestable.
La misión de un agente diplomático acreditado en cualquier país es asunto serio, ya que encarna la representación de su propio país y su gobierno ante el que tiene la cortesía de recibirlo. Se supone que su conducta sea ética y su comportamiento respetuoso como todo visitante en un destino que no es el suyo.
Sin embargo, parece que esas normas elementales de decencia no se aplican a los diplomáticos de los Estados Unidos. La comunidad internacional se tomó la tarea de redactar, negociar y aprobar la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 para homogeneizar las expectativas de cada gobierno conforme a patrones culturales, morales e ideológicos.
A pesar de esto, es evidente que ni siquiera este instrumento logra adecentar la conducta de los diplomáticos de los Estados Unidos en diversas partes del mundo. El Encargado de Negocios parece ignorar el desagrado que su actuar genera en esta sociedad y la tolerancia con la cual se le trata solo se explica por la garantía de que no avanza un ápice en sus propósitos de ser agente y promotor subversivo en este país.
Su comportamiento entraña otra cara menos perceptible. Varios cubanos han compartido la queja de que este individuo los incita a actuar contra el Estado y las autoridades, a convertirse en críticos de las políticas oficiales y en generadores de inconformidad. Entre ellos hay académicos, economistas, emprendedores privados, líderes fraternales y otros.
El Encargado de Negocios está obligado a respetar las leyes cubanas, pero disfruta de inmunidad diplomática que lo exime de tener que enfrentar personalmente la actuación de las autoridades en cumplimiento y aplicación de la ley. Sin embargo, los ciudadanos a los que él incita no gozan de ese privilegio.
La Cancillería cubana le ha llamado la atención al Encargado de Negocios más de una vez por su conducta irrespetuosa y contraria a las normas del derecho internacional. Le han advertido sobre el acto oportunista de incitar a cubanos a actuar contra su país, mientras él se escuda tras el parapeto de la inmunidad diplomática.
Para un observador común, ajeno a responsabilidades oficiales, queda claro que este funcionario no conoce Cuba, no comprende a nuestro pueblo y no tiene el más mínimo sentido de lo que aquí es tolerable y lo que no lo es.