Una cubana participó en el desfile del Primero de Mayo en Matanzas, donde afirmó sentirse “super bien” al marchar. Según ella, no se trató de un acto político o sindical, sino una forma de distraerse de las dificultades cotidianas.
El ambiente en Matanzas fue festivo y emocional, según su testimonio. Una joven se paró altísimo y gritó: “¡Yo desfilo porque me da la gana, porque este es mi país, esta es mi Cuba!”. Esto llenó de júbilo a la gente al ver cómo su pueblo sigue adelante, independientemente de las deficiencias y dificultades.
Las declaraciones de la cubana han sido celebradas por los medios estatales como ejemplo de patriotismo y compromiso. Sin embargo, también han suscitado cuestionamientos sobre el verdadero sentido de la movilización. Para muchos, el entusiasmo mostrado no es reflejo del sentir mayoritario, sino una respuesta aprendida en un contexto de control ideológico, miedo al señalamiento o simple evasión emocional.
Otra participante reforzó el discurso oficial al afirmar que la marcha fue una demostración de resistencia frente a las sanciones estadounidenses. “Este año le hemos dado, otra vez más, demostrando el pueblo matancero una contundente respuesta al bloqueo que tenemos en nuestro país”, declaró.
El régimen atribuye la mayoría de las penurias internas al embargo económico. Sin embargo, esta explicación no convence a una parte creciente de la población, que percibe al Estado como el principal responsable de la mala gestión, el estancamiento económico y la represión política.
La idea de que marchar “responde al bloqueo” convierte el desfile en una performance política. En una sociedad donde hay poco margen para disentir públicamente sin consecuencias, esa “respuesta contundente” se ve como una escena dirigida desde arriba, más que como una postura popular genuina.
El Secretariado y jefe del Departamento Económico Productivo del Comité Central del Partido Comunista insistió en que la asistencia masiva a la marcha fue completamente espontánea. “Desarrollar y tú ver expresiones de tanta alegría y de tanta pasión, que salen del corazón de las personas, eso habla por sí solo”, dijo.
El desfile del Primero de Mayo tradicionalmente es una vitrina propagandística del régimen cubano. Sin embargo, para muchos ha dejado de ser una celebración del trabajo y se ha convertido en un ritual obligatorio. Si bien algunos participantes lo viven con entusiasmo sincero, otros acuden por inercia, presión institucional o simplemente para evitar problemas.
La exaltación oficial de la alegría y el júbilo contrasta con los testimonios cotidianos de frustración, carencias y hartazgo. El desfile se realizó en medio de una severa crisis económica, marcada por apagones prolongados, escasez de alimentos y transporte colapsado.
El gobierno organizó el traslado masivo de trabajadores y estudiantes para garantizar la asistencia al acto político, a pesar de la falta de combustible que afecta al transporte público. Negarse a participar puede implicar represalias en centros laborales o educativos.
Mientras la televisión estatal mostraba imágenes de banderas ondeando y coreografías ensayadas, miles de usuarios en redes sociales den