
Sandro Castro, nieto del fallecido dictador cubano Fidel Castro, ha vuelto a generar controversia con otro video extravagante en redes sociales. En esta ocasión, se presentó como un “pirata vampiro” y supuesto ministro de la iglesia de Cristo, en una clara imitación del reciente espectáculo mediático del presidente estadounidense Donald Trump.
En su video, Sandro aparece con una camisa blanca, gafas oscuras, un pañuelo con calaveras y una gran cruz adornada de falsos rubíes. Se dirige a sus seguidores con el mensaje: “Hola vampirescos y vampiresas. Hoy salió Pilar a pasear porque hay buen sol y mar de espumas. Aunque los gorditos dan sombras, pero te ocupan el espacio. Todo no es tan malo. Las bendiciones del Vampirach”.
Sandro utiliza versos del poema “Los zapaticos de rosa” de José Martí para legitimar sus ideas y apropiarse del Héroe Nacional cubano. Sin embargo, su interpretación es confusa y plena de errores gramaticales.
El video forma parte de la construcción grotesca del personaje “Vampirach”, una figura provocadora que Sandro utiliza para generar atención constante en plataformas como Instagram. En publicaciones anteriores, el “joven revolucionario” ha protagonizado escenas delirantes bebiendo cerveza Cristal y participando en simulacros de reanimación.
El paralelismo con Trump no parece casual. El presidente estadounidense se retrató como el Papa en medio del proceso de elección del sucesor del pontífice Francisco, generando indignación global por trivializar un evento de gran importancia espiritual.
Sandro, en su versión tropical, parece buscar una reacción similar, aferrado a una lógica de escándalo continuo. En este contexto, algunos analistas y usuarios en redes han especulado con que estas “gracietas” podrían no ser simples desvaríos personales, sino parte de una estrategia de distracción permitida o alentada por la Seguridad del Estado cubana.
La figura de Sandro Castro ha generado un debate en las redes sociales cubanas, oscilando entre el sarcasmo y la preocupación. Algunos lo llaman “el mejor perico de La Habana”, mientras otros se preguntan “qué se mete este tipo”.
Sin embargo, más allá de la burla, las intervenciones de Sandro Castro evidencian una desconexión absoluta con la realidad de un país que atraviesa su peor crisis económica en décadas, así como un explícito desprecio hacia el sufrimiento y las desgracias de un pueblo oprimido por el régimen construido por su familia.