
Como Cuba es el país de las filtraciones –Radio Bemba, le decimos a nuestro multimedio más longevo-, y las filtraciones aquí no son solo constructivas, hace mucho que unos cuantos lo decían: “¡Miozotis Fabelo será nombrada Heroína del Trabajo!”, así que, para ahorrar palabras o ganar tiempo, que en periodismo es lo mismo, algún que otro colega la nombraba como tal, aunque a ella, muy dada a procurar el pronunciamiento preciso de las fuentes adecuadas, no le hiciera gracia el adelanto.
Pero la culpa del adelanto no estaba en los otros sino en su persona; o, mejor, en su obra. Nada puede hacer contra su creación. Miozotis ha llenado de semillas periodísticas su Camagüey mío y toda Cuba derramando reportes también sobre internautas jíbaros “de por allá” que se atreven a escuchar a este pueblo condenado al silencio, de modo que ni ella misma hubiera podido parar una proclamación oficial suscrita antes por el consenso espontáneo de todo el gremio que hoy, imitando a los tabaqueros con sus chavetas, le aplaude en pleno con el mouse de las laptops.
Ella, que nos ha dejado espléndidas páginas radiales de periodismo histórico, lo sabe muy bien: ¿quién paraba a aquellos mambises que decidieron que en toda la manigua habría muchos mayores, sí, pero solo uno era “El Mayor”? ¿Quién detendría después a los patriotas orientales que se empeñaron en decirle “Presidente” a José Martí contra el rubor de modestia del Delegado? ¿Quién se atrevía a negar que el Che Guevara era un cubano nacido y amado en Santa Clara? Nadie podría porque la masa siempre sabe medir el valor real de los suyos.
Miozotis, la realizadora que ha sabido ensillarles en sus reportajes los caballos de Martí y Agramonte y limpiarle senderos a la guerrilla del Che para que sigan pelea tras aparentes caídas, ha tenido escaramuzas y asaltos personales, se ha enrolado y desembarcado en temas tempestuosos, ha sufrido incomprensiones y cantado victoria como corresponde a una cubana de hoy, a una periodista de ley.
Muchos lo decíamos (“¡Heroína!”), muchos lo sabíamos desde adentro, por tanto nunca corrimos el riesgo de caer víctimas de una fake new del deseo. En cualquier caso, esta proclamación de ahora es para la prensa y la UPEC una gran fest new, una fiesta, un festival del orgullo porque otro de nosotros, mujer por más señas, alcanzó esta condición muy selecta dentro del periodismo cubano.
Toca ahora, como aconsejaba Martí para la lucha, pasarnos la seña, vindicar los méritos de nuestra gente de avanzada, porque en este gremio sobra la virtud y tanto Miozotis y quienes la precedieron como la UPEC merecen que de aquí en adelante otros buenos les acompañen.
Contra lo que se cacarea por ahí y contra la chapucería aut