
La Habana amaneció este jueves con miles de personas movilizadas hacia la Plaza de la Revolución para participar en la tradicional marcha por el Día Internacional de los Trabajadores. El gobierno acopió combustible para transportar a los cubanos al desfile en la capital, una estrategia que mantienen por décadas.
Cubadebate informó que en La Habana participaron más de 600 mil personas y en toda Cuba más de 5,3 millones de trabajadores. El evento estuvo marcado por la crisis económica severa que atraviesa Cuba, con prolongados apagones, escasez de alimentos, transporte colapsado y una profunda insatisfacción popular que crece día a día.
El gobernante Miguel Díaz-Canel, acompañado por su esposa Lis Cuesta, acudió desde tempranas horas al acto central en La Habana. Vistieron camisetas con los colores de la bandera nacional y lucieron bufandas palestinas, en un gesto simbólico habitual en sus apariciones públicas.
“Ya estamos en la Plaza. Amanece y se confirman las expectativas: Cuba siempre puede superarse a sí misma”, escribió Díaz-Canel en sus redes sociales, reforzando la narrativa oficialista de resistencia ante las adversidades. El líder del régimen también citó a Raúl Castro con la frase: “Qué clase de pueblo tenemos”, como forma de exaltar la participación en el desfile como una supuesta expresión de apoyo popular.
Sin embargo, la realidad en las calles y redes sociales mostró una Cuba muy distinta a la imagen proyectada desde el poder. La jornada fue organizada en medio de un panorama devastador. Los cubanos sufren cotidianamente la falta de alimentos básicos, la imposibilidad de cocinar por la ausencia de electricidad, y la angustia de ver cómo sus ingresos pierden valor frente al encarecimiento constante de productos.
La falta de combustible ha paralizado buena parte del transporte público, y aun así, el régimen organizó desde la madrugada el traslado forzoso de trabajadores estatales y estudiantes para garantizar una asistencia masiva al acto político. Como ha ocurrido en años anteriores, negarse a participar puede implicar represalias en centros laborales o educativos.
La presión para asistir es parte de una estrategia de control social que el gobierno ha perfeccionado durante décadas. En muchas escuelas y empresas, las listas de asistencia a la marcha son obligatorias. En redes sociales, el sentir fue otro. Mientras la televisión estatal mostraba imágenes de banderas ondeando y coreografías ensayadas, miles de usuarios denunciaban la desconexión entre el discurso oficial y la dura vida cotidiana.
“Lo único que se respira en Cuba es apagón”, comentó un internauta ante la publicación del mandatario, en alusión directa a los extensos cortes eléctricos que azotan el país diariamente. La convocatoria de este año ya había sido anunciada por Díaz-Canel como un desfile que se realizaría “en medio de las más crudas carencias”, lo que fue interpretado por muchos como una admisión tácita de la gravedad de la situación.
Lejos de reconocer errores o anunciar soluciones concretas, el enfoque del régimen fue insistir en la resistencia ideológica y en los llamados a “defender el socialismo”, incluso cuando